La visión es un proceso activo, habitualmente comparamos la visión con una cámara de fotos y esto se aleja mucho de la realidad.

La decisión de ver una cosa u otra no depende del azar si no de nuestro cerebro, que a través de análisis muy complejos y ultrarrápidos decide qué información es de más utilidad en cada momento.

Imaginad a un niño jugando con una pelota, cómo un niño es capaz de coger una pelota en el aire, pensemos en los cálculos que hace nuestro cerebro para poner las manos justo en el punto y el lugar adecuado, esto es un acto visuo-motor, los ojos mandan una información muy completa al cerebro, este envía señales a las manos para que se coloquen de manera adecuada y en el lugar y momento preciso para coger la pelota. ¿No es asombroso?.

A veces esto no ocurre así, si es un niño muy pequeño su sistema motor y visual no están preparados para esto y a veces el niño por edad debería hacerlo pero no sabe. Le lanzamos la pelota y no es capaz de cogerla con precisión, puede ser porque haya inmadurez en su sistema motor o porque la información que obtienen de sus ojos no es precisa.

Otro ejemplo sería, cuando tengo una entrevista con los padres de un niño, estoy explicándoles lo que he encontrado y presto atención a sus caras por si acaso no entienden algo, si en algún gesto intuyo que esto es así intento explicarlo de forma diferente, para así llegar de mejor manera a mi interlocutor. Podríamos citar mil ejemplos cotidianos…

A través de la visión obtenemos la información necesaria para dar nuestro siguiente paso, el niño mira la pelota y se prepara para cogerla, yo miro a los padres y dependiendo lo que vea en sus caras hago una cosa u otra. Es un proceso activo porque los datos visuales que recogemos influyen de forma determinante en las acciones posteriores que realizamos.